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Esquel: La Tierra, el Agua y el Oro

Esquel

La belleza natural, lo imprescindible para la vida y las amenazas latentes.

El Parque Nacional Los Alerces, en Chubut, es uno de los lugares clave que siempre marqué para visitar a partir de lo que iba recopilando de historias amigas. Todos volvían asombrados y aseguraban que no, que no había forma de que me pudiera estar perdiendo eso.

TIERRA

La descripción del lugar era armoniosa, refrescante. Transmitía serenidad. Una de esas experiencias trascendentes de contacto con la inmensidad natural. El traer a la conciencia el estar ahí en ese momento. Un paso en la tierra descalzo, sentir el polvo posándose entre los dedos. Un pie en el agua del lago de deshielo, el frío repentino que se apodera de la extremidad como si fuera a tomarla y reclamarla para sí. La mano en las playas de piedra, sentir cada poro, grieta y punta o cada suave erosión lograda con paciencia.

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Lahuán Milenario

Se trata del inicio (o el final) de la senda de 570 kilómetros “Huella Andina”, que a los Hobbitses Frodo y Bilbo Bolsón les queda grande, por lo real. No tiene dragones que hablan, no. Pero tiene a la segunda especie viva más longeva del mundo: El Lahuán (originariamente confundido con un Alerce) puede llegar a vivir 4000 años y su ejemplar más viejo en la actualidad, tiene 2624. Algunos más que Jesucristo.

 

Haciendo dedo hacia allá con mi compañera Mirian, pienso que estoy yendo a descubrir la fuente de la vida. Lo que hace que este ser se aferre a ella por debajo y se estire por más hacia arriba, corpulento y viril, por milenios.

Los Alerces tiene tres ingresos: uno sur, desde Trevelin; medio, desde Esquel; norte, desde Cholila. Circunstancialmente elegimos el segundo y la fauna atrapa los ojos brillosos de Miri desde mucho antes de ingresar, cuando una bandada de flamengos y cisnes de cuello negro abren sus alas en vuelo paralelo a nuestro camino, sobre un pequeño humedal.

Ya en el centro de visitantes de Villa Futalaufquen –el pueblito interno que lleva el nombre del lago principal del Parque y donde se ubica la intendencia- nos recibe la guardaparques Jennifer, que nos aclara el panorama. Las distancias no son cortas y nosotros que buscamos donde acampar libre tendremos dos tramos a pie. 12 kilómetros hasta el primero y 22 kilómetros más hasta el segundo. Nos deja una última recomendación: Playa del Francés.

Tenemos la suerte, como la mayoría de las veces, de que un par de sudafricanos nos ofrecen llevarnos. Pierre y Greg son documentalistas y viven en Mendoza, son conservacionistas. Compartimos con ellos algunos trekings cortos, como la subida al irónico Cerro Alto El Petizo, las hermosas playas del lago Menéndez y el Río Arrayanes. Pero como nuestro plan es quedarnos acampando, volvemos a la recomendación de Jennifer.

Por la noche, cada grupo se cocina lo que trajo, pero nos reunimos alrededor del mismo fogón. Surge entonces, por los años de Greg vividos en Londres, la discusión sobre la soberanía de Malvinas. Por supuesto, el debate se hace amplio, pero sobresale la explotación de recursos de la plataforma marina y eso nos lleva a hablar del avance extractivista. También a pensar en lo que son bases militares extranjeras en nuestro país, lo que se quiso hacer en la triple frontera con la instalación de una base militar norteamericana y teorías conspirativas sobre la explosión de una tercera guerra mundial por la dominancia sobre las cuencas hídricas más grandes del mundo. Charla medio pelo de fogón, digamos. Pero dentro de mi bolsa de dormir, unas horas después de que las brasas se apaguen, la idea sigue prendida. En parte, porque el silencio permite encontrarnos con nuestros pensamientos, también porque el único sonido que rompe con él era el agua de deshielo bajando por el Cerro Perro, enfrente, como una hermosa cascada a lo lejos.

AGUA

Otro sonido interrumpe mi sueño a las tres de la mañana. Intermitente, pero claro. Pisadas sobre hoja. Una, dos… silencio, tres… cuatro. Ante mi más mínimo movimiento en la bolsa, Mirian me agarra fuerte, me contiene, me hace quedar quieto. Con la presión de su mano me traslada tensión. El ruido es cerca, pero no tanto. Se repite… cinco, seis. Es distinguiblemente un animal, pero por más pausado que sea no consigue el sigilo. Tanto barullo nos indica además un gran porte. Para.

Nos encontramos de golpe fuera de nuestra carpa, linterna en mano. Curiosos, ingenuos, osados. Avanzamos unos metros hasta el cartel “fin área de acampe”. Intento ponerme delante de Mirian, exponerme primero, pero avanza casi inconscientemente dejándome atrás. Me esfuerzo por volver adelante y decirle susurrante un “bancá”. Estamos los dos asustados. Los arbustos se mueven, el rojizo y moteado tronco de las lengas devuelven siluetas difusas a nuestros ojos dormidos. Un cuerpo finalmente se deja ver en lo alto de un barranco, sin forma, reflectando una sombra gris. Un ojo mira fijo hacia nosotros, vidrioso por el encandilamiento de nuestra luz. Mantiene una posición alta, pero comienza a bajar. Paso… a paso. Nos mira directo. Nosotros empezamos a retroceder al mismo ritmo sin dar nunca la espalda. Le comando a Miri volver a la carpa, prender un fuego para iluminarnos más, la linterna titila por baja batería y. ante su último apagón, yo también rompo filas en retirada. No vemos ni oímos más por unos segundos hasta que “Glup… glup… glup…” Agua. Fresca agua. Por la mañana en la orilla del lago, encontraremos pisadas de todo tipo.

Lago Futalaufquen
Lago Futalaufquen

Una reunión con la sabia vital del bosque se lleva a cabo y el Puma es el primero en descender de la montaña al encuentro. El Huemul, el ciervo patagónico Monumento Natural Nacional, se suma después. El monito del monte, el gato huiña, cada una de las especies protegidas tiene su turno. Desde nuestra barraca damos fé de que como en toda reunión de consorcio, no siempre los inquilinos se ven las caras con todos. Cada uno llega cuando le parece y si puede evitar a tal o cual, lo hace. Pero todos tienen su momento. El silencio casi total vuelve dándonos varias horas de sueño aún, acompañados únicamente por los ríos de deshielo del Cerro Perro, al otro lado.

Agua. Por la mañana ya no tengo mucha vuelta que darle. La fuente de la vida. La razón del verde cordillerano. Su ausencia, la sequía de la meseta. Su presencia, más de 2600 años de vida en un solo árbol.

Medito sentado sobre esas piedritas que me contaron una vez y que ahora siento bajo mis pies. Tomo coraje, como durante la noche y pego el salto. El chapuzón a esa olla transparente, helada, vigorizante, que toma algo de mí y deja otra cosa.

La Colina

Nuestra “base de operaciones” en Esquel es el Camping & Hostel La Colina. Un lugar donde la ducha sea caliente, la espalda pueda descansar del trajín de las mochilas y que pueda sentarme a escribir. En el límite sur de la ciudad, se encuentra en el lugar exacto para salir de la misma hacia el Parque y a una distancia caminable del centro, para darnos el gusto con alguna cervecita. Pero por sobre todas las cosas, tiene una vista panorámica que hace que no quieras salir de la reposera, salvo para renovar el mate.

El aroma al pastito recién cortado, el chasquido de la madera de un insipiente asado, los colores de días más cálidos. La montaña enfrente, perfectamente trazada, con un contorno limpio. Cielo despejado y una leve brisa. Es la continuación perfecta de nuestra estadía en Los Alerces.

El encargado, Daniel, da vueltas por las parcelas seguido de Gringo, el perro rubio que se enchastra en cuanto barro encuentra. Un gallego pasa saludando y deja un desafío de metegol en puerta. Un caballo juega con una hamaca neumático atada de un árbol. Sentimos acertado el haber visitado el Parque durante la semana, cuando la mayoría está trabajando y haber vuelto a Esquel el finde, cuando los kayaks rumbean en la dirección contraria.

El dueño de La Colina, Bernardo, además de recibirnos, tiene la gentileza de compartir esa charla matera. Nos cuenta que hace unos años comenzó con un nuevo emprendimiento. Que ahora, además del camping y el hostel, tiene un Hostal céntrico. Con Ruca Kuyem (“Casa de la Luna” en mapuche) completa 90 camas y se transforma en uno de los prestadores de servicios más importantes de la ciudad, generando la infraestructura que ésta necesita para la recepción del turismo que visite el Parque Nacional y genere una conciencia conservacionista.

Lamentablemente, además de la coyuntura nacional de los últimos años, Esquel y la zona de la Comarca (Cholila, El Maitén, Epuyén, El Hoyo, Lago Puelo y el Bolsón) han sido muy maltratados en los últimos años, producto de políticas provinciales y manipulaciones mediáticas. ¿Por qué?

ORO

Los cerros de Esquel están llenos de oro y uranio. A por ellos vienen los grandes buscadores. Uranium Lid; Pacific Bay; Aquiline Resources; Golden Picks; Pan American Silver; son tan solo algunas de las multinacionales canadienses que desembarcan en la Provincia, adquiriendo enormes porciones de tierra en cerros del centro y norte de la meseta, con proyectos extractivistas súper ambiciosos que incluyen (por si hubiera alguna duda de que vienen a llevársela toda) la construcción de aeropuertos privados.

Dicen ser canadienses, pero sus capitales son de origen norteamericano en la mayoría de los casos. Simplemente se registran en Canadá por facilidades impositivas. Por supuesto también, donde hay oro hay un inglés: Ur América SA.

En 1999, una de estas empresas de Megaminería o minería a gran escala y cielo descubierto –la Manhattan Company, que también decía ser canadiense- apareció por un pueblo peruano llamado Tambo Grande. Les dijo a sus pobladores que habían comprado el suelo y el subsuelo a las autoridades correspondientes y que quien no quisiera trabajar para ellos debería irse. Pero que no se preocuparan, que ellos se iban a asegurar de que tuvieran buenos salarios, una casa y dejaran de ser pobres ignorantes para ser ricos con el oro que ellos mismos desconocían tener. El pueblo se negó con un plebiscito por más del 98% estableciendo un hito y obligando con su lucha a que retrocediera la minera. Poco tiempo después, un plebiscito similar se desarrollaba en Esquel, con el mismo resultado. 81% de la población rechazaba la llegada de las multinacionales extractivistas.

Caminando por las calles de la ciudad uno siente la belleza natural que lo rodea. Pese a ser una urbe, es tranquila y la montaña está ahí. ¡Ahí nomás! O acá, directamente. Les dicen que es ir al patio trasero de cada casa y empezar a cavar nada más.“Estábamos todos a favor, nos volvíamos ricos”, me cuenta Carlos, un peluquero de barrio que me cruzo y me pongo a hablar. “Pero nos sacudieron y abrimos los ojos. No existe megaminería sin contaminación”.

Es cuestión de repasar algunos casos y ver la historia. Nuestro ejemplo más relevante en Argentina es el de Barrick Gold en Cuyo (empresa que dice ser de dónde y adivinen de dónde es). Según su informe de Impacto ambiental para la extracción de 14,4 millones de onzas de oro -447 toneladas- removerían 1806 millones de toneladas de roca, usarían 170 millones de m3 de agua, 380 millones de cianuro en sodio y 500.000 toneladas de explosivos ¡Casi la mitad de los lanzados en toda la Segunda Guerra Mundial!

Barrick Gold en San Juan
Barrick Gold en San Juan – Ecomundo

 Los números son igual de desorbitantes en cuanto al consumo de energía eléctrica y combustibles fósiles. Además, reconocen el haber desviado el curso del río Potrerillos y ya en funcionamiento también admiten derrames de cianuro. Como si todo fuera poco, están dentro del Área de Reserva de Biósfera San Guillermo (San Juan) y en zona de glaciares y preglaciares, lo que está completamente prohibido por la Ley de Glaciares.

La Alumbrera (Catamarca) tiene autorizado el empleo de más de 86 millones de litros de agua por día, mucho más que el consumo total de la provincia y, a su vez, en materia eléctrica representa el 85% del consumo.

En el proyecto Cordón Esquel, se hablaba de abrir un “tajo” de 2500 metros de longitud, por 500metros de ancho y 500metros de profundidad. Lo propio pretenden realizar en la región de Gastre, donde ahora llegan como moscas, ante la permeabilidad de las legislaciones.

En la actualidad, la Provincia del Chubut se encuentra en conflicto docente por falta de pago de salarios, por lo que aprovecho una intervención artística en ciernes para preguntarle al respecto a una maestra. Su respuesta da en el clavo vinculando los temas: “No hay dinero para los sueldos ni los servicios públicos, dicen. Pero Chubut se da el lujo de bajarle a las multinacionales el canon previsto por la normativa nacional de un 3% a un 2%, con nula defensa al medioambiente. Mientras tanto, nuestra provincia es una de las que más riqueza produce, con ingresos que podrían cubrir los 20mil dólares per cápita, pero no nos queda nada”. Los recursos petroleros también son entregados.

Pero al menos las tierras son nuestras, podrá pensar algún desprevenido. Sin embargo, la Patagonia es la región más extensa de nuestro país y está concentrada en pocas manos extranjeras. Quien por lejos es el mayor adquisidor es el italiano Luciano Benetton, que durante la década del ’90 acumuló 900.000 hectáreas, algo así como 40 ciudades de Buenos Aires. Y tampoco es que rompió el chanchito para hacerlo.

Dueños de la Patagonia
Dueños de la Patagonia – Federico Soria

Decir Benetton, hoy, es también hacer referencia a la desaparición y muerte de Santiago Maldonado en la localidad de Cushamen, en lucha contra estos grandes conglomerados. En lucha, en definitiva, por la tierra, por el agua.

Mientras pienso en todo esto por las calles de Esquel, me llega un mensaje de whatsapp, de esos medio cadena, pero que también es elocuente. Una frase de Jauretche que dice que la oligarquía es una minoría con tierra, pero su mayor poder es hacerle defender a la mayoría, que no tiene ni un cantero en su casa, un modelo que no los representa. Y a no confundirse que hasta el momento no hay ningún gobierno que haya modificado esas estructuras. En América Latina, la megaminería constituye una nueva forma de colonialismo, saqueo, dominación territorial y degradación ambiental.

anur tv minería en brasil
Minería en Brasil – Anur TV

No hace mucho, en Brumadinho, Brasil. Colapsó una represa minera que liberó una ola de desechos y toneladas de barro que dejó alrededor de 160 muertos. Otras 88 represas, sólo en Brasil, están calificadas como vulnerables o tienen una peor consideración aún.

“La Plata de Potosí, que financió el desarrollo europeo, su industrialización, dejó un enorme agujero, una huella careada y una multitud incalculable de esclavos, en Brasil dejó otro tanto cuando saquearon Minas Gerais”, dicen en el disco NO A LA MINA, con artistas representantes de todas las nacionalidades.

Pienso en cómo hostigaron a la cordillera chubutense cuando hubo casos de Hantavirus. “No es joda. Murieron algunas personas”, me había dicho Bernardo, “pero fue una cosa de un tiempo y se limitó a una zona puntual. Los pobladores andábamos como si nada, pero en los medios nacionales pedían que nadie se nos acerque. La gendarmería (la misma gendarmería…) tenía órdenes de frenar a los autos y ‘recomendarles’ vacacionar en otra zona. Que mejor la costa… me lo dijeron al menos ocho huéspedes distintos y tuve 150 bajas. Casi nos funden”. Lo intentaron. El peor enemigo de la megaminería es el turismo regional y la idea de conservacionismo.

Vuelvo a La Colina, a la reposera, al paisaje de montaña, a la brisa fresca que me traslada a esa danza de flora y fauna, a ese piletazo en el lago espejado. Al silencio y al contacto con la naturaleza. A la pureza del agua, esa fuente que puede dar hasta 4000mil años.

No hay mejor forma para prevenir la muerte que haciéndole un reconocimiento a la vida, con un chapuzón de conciencia. No hay mejor forma de tomar postura sobre la minería, que haciendo un viaje sustentable.

Esquel, Parque Nacional Los Alerces.

Escuchar Disco NO a la mina

Las Rutas del Flaco

Sobre el autor

Franco Barletta

La vida del viajero es tan increíble que para quien no la lleva es ficción. Pero en toda ficción hay biografía y son las experiencias las que nos demuestran que la realidad siempre, siempre la supera...
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