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La leyenda de Fangio

Una invitación a disfrutar de los fierros y el aire fresco del campo, con el sello de Esplendor Hoteles, en la estancia del quíntuple campeón de F1

Casi por definición el porteño entiende que una escapada debe ser a la Costa. Pero con apenas torcer la brújula se puede vivir una experiencia totalmente distinta, para disfrutar tanto en pareja como en familia.

La distancia que separa el destino es la misma que une la Ciudad con Mar del Plata,  y por si fuera poca la similitud, es la Ruta 2 la que debemos transitar desde Buenos Aires, con un desvío de sólo 60 kilómetros a la altura de Coronel Vidal. Allí asoma la ciudad de Balcarce que ofrece sierras, descanso y un escenario ideal para quienes se precien devotos de los autos.

Esta localidad campechana, de plazas bien cuidadas y ritmo cansino, está pronta a ser declarada Capital Nacional del Turismo Automovilístico. Y el mérito no es sólo haber sido la cuna del quíntuple campeón mundial de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio. Sino que el Museo del Automovilismo Fangio, tanto en su sede principal –el antiguo edificio de la intendencia totalmente remozado- como en el anexo que resguarda aún más vehículos históricos, comprenden el resumen  vivo de la historia del automovilismo local.

 

La exposición de los autos, trofeos y misceláneas del campeón y el automovilismo nacional es cuidada y provoca profundas emociones. Lo saben aquellos que han sido pacientes espectadores en un curvón aguardando el paso de las coupecitas del original Turismo Carretera, aquel que desafiaba los bravos caminos de ripio del interior.

En las paredes se develan cartas, folletos y viejas fotografías de amplias sonrisas. Son geniales las recreaciones del viejo taller y la caracterización de los coches. Se los puede ver hasta embarrados para entender las dificultades que planteaban los camiones en los Grandes Premios que recorrían más de 9000 kilómetros. El corolario es conocer el auténtico Mercedes Benz Flecha de Plata.

En lo del Chueco

Quien quiera vivir la experiencia Fangio de forma completa tiene que alojarse en la mismísima casa del campeón. En la Estancia Fangio el Chueco pasó sus últimos años y fue lugar de encuentro con diversas personalidades del mundo motor y el jet set que lo visitaban.

Los adornos que cuelgan del antiguo casco de la vieja Estancia Malacara son obsequios que le hacían sus amigos. Cuando uno va recorriendo los pasillos, ahora con fotografías y varias obras de arte que retratan autos y hazañas, María Eugenia, una de las atentas anfitrionas de la estancia, confía que al Chueco no le gustaba vanagloriarse y que mientras vivió allí, copas y trofeos no estaban exhibidos.

Una de las características de la intimidad del campeón era su necesidad de estar atento a todo lo que sucedía en la casa. Por ello mandó a derribar varias paredes y hacer que la división de los diferentes ambientes sea con enormes cristales, algo que generó una luminosidad exquisita en toda la casa. Lo bueno es que los diferentes ambientes no están cubiertos de solemnidad y permiten el disfrute de los huéspedes: la sala de juegos, el estar con chimenea o el jardín de invierno con mesa de billar incluida, son espacios que realmente pueden vivirse.

El casco principal mantiene las habitaciones más clásicas: la vista del parque es magnífica desde el cuarto del primer piso, aunque la de Fangio, decorada en su color preferido que era el celeste, se ubica en la planta baja hacia el frente de la propiedad para custodiar el camino de entrada. Las otras habitaciones, súper amplias con ventanales al parque y enormes cuartos de baño, se ubican en un edificio cercano, lo que también brinda mayor tranquilidad.

La gastronomía es sabrosa y de platos abundantes. Son imperdibles tanto el sándwich de lomo “el Chuequito” como el asado del domingo al mediodía. Como último plato es ineludible el Postre Balcarce, la torta clásica de merengue que llega directamente de la famosa confitería Jockey Club.

Y el protagonista de cualquier estadía es el spa con su piscina climatizada y un circuito de aguas de calidad, que integra sauna, hamman y ducha escocesa. Lo que abundan en Estancia Fangio son los detalles, diversidad de espacios y la independencia que uno puede tener en el predio: hacer una caminata por debajo del monte, tomar bicicletas para un paseo (hay de diferentes tamaños, para toda la familia, y hasta con sillita para bebés) o jugar una partida en un ajedrez gigante.